‘Tony’ Solimeno
Entrevistamos a uno de los empresarios pesqueros más importantes de la pesca argentina, hacedor de una empresa familiar que transitó el camino desde la lancha amarilla en la década del cuarenta hasta llegar al complejo industrial de hoy que exporta miles de toneladas de pescado al mundo.
Se crió entre redes, acompañando desde chico a su padre que lo llevaba a la lancha para que limpiara el motor y diera descanso a su madre. Como premio le dejaban encender el motor, “era como encender el Apolo 11”, recuerda y sonríe, permitiendo imaginarlo. En el año 1963, cuando tenía 16 años, comenzó a trabajar en Macchiavello, como “pinche” del comprador de pescado y cuando no había pesca se iba a la planta y acompañaba al camión en el reparto bajando los cajones; “así conocí mucha gente, era muy trabajador”. Un año más tarde puso una pescadería con amigos pescadores, pero llegó el momento de hacer el servicio militar y debieron cerrarla, cuando regresó comenzó a trazar el camino que lo llevaría a convertirse en uno de los principales empresarios pesqueros del país. De la mano de Martín Inda comenzó en la comercialización de pescado, a los 25 años construyó el primer barco, luego la primera planta procesadora y desde entonces no han parado de crecer. Hoy la firma Solimeno tiene tres establecimientos frigoríficos modelo, doce buques pesqueros y exportan 20 mil toneladas anuales a distintos mercados del mundo.
Tony Solimeno nos espera en las oficinas de su primera planta construida en el año 1979. Ahora es mucho más grande que aquella y en estos momentos están terminando las tareas para embellecerla. Lo primero que me cuenta son los líos que tiene en los barcos por un caso sospechoso de Covid y el desequilibrio que eso le genera en toda la estructura. De los costos no habla hasta que le pregunto, y el tema gira hacia el precio del pescado y de ahí a otros puntos neurálgicos del pasado y el presente de la pesca argentina.
ANTONIO ‘TONY’ SOLIMENO: Los mercados siempre tienden a bajar el precio, pero nosotros somos propensos a ayudarlos. Hemos vendido filet de merluza en el segundo semestre de 2020 a 1800 dólares, es una ruina. El problema es que hay muchas dificultades, el que hace cinco contenedores por mes puede aguantar, pero la mayoría no tiene capital de trabajo y hoy la actividad está trabajando con recurso genuino, el banco olvídate. Hoy el banco no existe.
REVISTA PUERTO: ¿Hoy o hace mucho tiempo?
TS: Y, hace rato… Por ejemplo, el único crédito que había era el anticipo de las exportaciones. La prefinanciación está totalmente restringida en todos los bancos, aún no debiéndoles. No debiéndole dinero al banco. En los años 80 cuando se hizo la financiación y refinanciación de pasivos, no sabés lo que eran las deudas bancarias, hoy el sector pesquero a los bancos les debe poco y nada.
RP: ¿Fueron un estigma para la pesca esas deudas que quedaron asociadas al fraude?
TS: No sé si hubo fraude, hay cosas que habría que analizar en profundidad. Yo lo digo siempre, hubo un porcentaje de malas políticas económicas y también errores empresarios que no vamos a descartar. Pero también embates sindicales, los embates sindicales cuestan dinero. La crisis del 2012 la recordamos perfecto, un tripulante terminó vendiendo el televisor y el auto, y nosotros quedamos empeñados por dos o tres años. Fueron cien días, qué actividad puede estar ese tiempo cerrada. De los 70 en adelante tuvimos un dólar como si fuera el uno a uno que estuvo anclado años y con distintos tipos de cambio. En los 90 tuvimos el uno a uno, que en un principio funcionó, pero después quedamos cortos con todo y veníamos de la hiperinflación de Alfonsín. En el tiempo con las empresas te tenés que saber ir adecuando. Nosotros nacimos como armadores costeros, después hicimos la fábrica, después arrancamos con la merluza y así sucesivamente. Pero para mí el salto cualitativo fue cuando saltamos a los congeladores; si no hubiésemos saltado, habríamos terminado con la historia de la pesca marplatense.
RP: Los permisos de pesca de los noventa están muy cuestionados. ¿Esas eran las reglas de juego, no había una mejor forma de dar el salto?
TS: Todo depende de cómo queramos mirar el vaso, el salto fue el Acuerdo de la Comunidad. Para las compañías argentinas era muy difícil llegar a la tecnología que ellos tenían en los barcos y teníamos la posibilidad financiera de traerlos. Para nosotros el acuerdo fue la oportunidad de colgarnos de ese tren del que, si no nos colgábamos, desparecíamos.
RP: Pero el manejo que se hizo de ese acuerdo en la pesca, le sirvió también para cargarse un nuevo estigma, con la sobredimensión de flota y una crisis del recurso merluza.
TS: No se midieron las consecuencias. Se dio el paso, pero las consecuencias cayeron sobre el recurso. El único permiso de pesca que “ligamos” fue el del Navegantes III, los demás barcos los compré todos con los permisos. El Ponte de Rande y el Luca Mario (Estreito de Rande) eran dos proyectos que habían presentado otras personas y Pesca lo había descalificado y no había quien lo quisiera y me lo dieron a mí, ya venían con el proyecto aprobado.
RP: ¿Pero eran proyectos descartados, no permisos?
TS: Sí, pero vos viste en España las ayudas que reciben las empresas, el respeto que hay al que hace. Llevo más de cuarenta años yendo a España, nunca encontré a alguien que despotricara contra una empresa.
RP: Es cierto, en España es muy notable como los empresarios pesqueros reciben ayuda de los bancos y del gobierno, los funcionarios están al servicio de las empresas.
TS: Y acá es al revés. En 1993 compramos el Navegantes al dueño, Elizardo Fandiño, en esa época él hizo el proyecto Fandicosta, lo vi nacer y nosotros al mismo tiempo hicimos el proyecto Pesquera Comercial para 2 mil toneladas. Fandicosta puso el mismo dinero que nosotros, pero con las ayudas pudo hacer un frigorífico de 12 mil toneladas, más la planta de elaborado. Los inversionistas pusieron 4 millones, pero les otorgaron unos 7 millones de subsidio y el resto crédito. Ellos tienen otro mundo, tienen la financiación de los bancos. Nosotros al Navegantes lo compramos en seis cuotas semestrales con un crédito que me dio la Caja de Ahorro de Vigo, lo pagué con trabajo. Hoy la construcción naval no tiene financiación, cuando termine el barco nuevo, el Luigi, el 80 por ciento estará pago y en España es al revés, hay créditos de ocho años con dos de gracia y tasas de menos del 5 por ciento. Yo el barco lo hago, pero las empresas nuestras necesitan mucho capital de trabajo. En diciembre se para todo y en enero cuando comienza la actividad necesitás mucho dinero para pagar aguinaldos, sueldos… y recién comenzás a recibir dinero en marzo, abril y no hay ninguna ayuda financiera. Esta es la diferencia que vemos cuando se habla de valor agregado, mejora de productos, de instalaciones, maquinarias.
RP: ¿Es la falta de financiación lo que impide un mayor desarrollo del sector?
TS: Y los impuestos. Los derechos de exportación están desde el 2002, lo que pagamos en estos diecinueve años, si lo hubiera reinvertido, hubiera renovado seis barcos. Pagamos, hasta junio de 2021, cerca de 60 millones de dólares. Si me permitieran reinvertirlo, cada dos años construyo un barco. En este momento estamos haciendo un barco en SPI y le hemos generado mucho trabajo de reformas para poder hacerlo; en el barco mío hay setenta trabajadores del astillero todos los días, pero además la obra civil ha generado que muchas personas estén trabajando. Eso es lo que tenemos que ver como país. En Mar del Plata tenemos tres astilleros, Astillero Contessi, TPA y SPI, hay trabajo para todos porque esta ciudad terminó siendo un cluster industrial pesquero comercial, tenemos todas las variables. En los próximos dos años se va a hacer unos diez barcos, se va a generar mucho trabajo y qué te dio el Estado, nada. El esfuerzo lo hace el privado.
RP: En estos sesenta y tres años que lleva en la actividad, ¿en que ha mejorado el sector pesquero y en que se ha retrocedido?
TS: Pienso que se ha mejorado mucho. Después del problema que tuvimos con el recurso en los noventa, la cuotificación ayudó mucho, si tenés un orden cambia la situación. El caladero se fue acomodando y hay algo que es muy importante, si miramos el Mar Argentino tenemos una gran cantidad de vedas. La veda de merluza lleva más de veinte años. En el recurso estamos bien y la flota también se fue achicando, aunque parezca mentira; hemos ganado en eficiencia, pero al reducir el número de barcos se redujo el esfuerzo pesquero, quizás no sobre la merluza pero sí sobre otras especies. La única flota que creció fue la de langostino. En sus orígenes la pesca era en el Golfo, necesitábamos permisos de Chubut y Santa Cruz y luego con las doce millas necesitábamos otro permiso, se fueron poniendo límites.
RP: ¿Pero no fue gracias a esos límites que se pasó de 5 mil toneladas a 46 mil y luego a las cifras que hoy tenemos?
TS: No sé si fue por las medidas o fue el recurso…
RP: Hace un tiempo me dijo que hoy se debía preguntar al INIDEP dónde pescar porque saben más que nosotros. Cambió la mirada del sector sobre los investigadores.
TS: Cambiaron los tiempos, antes uno iba por intuición y experiencia del pescador, hoy sabés mejor la migración. Antes el capitán agarraba el libro y se iba, hoy con un pendrive toman toda la información. El instituto cumple un rol importante, antes íbamos a pescar la merluza a la isla y nos dábamos cuenta que estaban con huevas cuando las abríamos, todo eso fue cambiando con las vedas. La gran veda ha sido buena para la recuperación de la merluza. Ahora deberíamos poder pescar dentro de la veda, hay áreas en un momento determinado en el que hay merluza de buena calidad y tamaño mientras tenemos que pescar la merluza chica fuera de la veda, es necesario un plan de manejo para la merluza. El trabajo del INIDEP es muy bueno, en los últimos años se ha visto reflejado con los distintos recursos, eso tiene un valor importantísimo. La falla está en la operativa, la flota, el tiempo que navegan los barcos, ahí me parece que el INIDEP no está cumpliendo. Los del sector privado tenemos que trabajar con el instituto en muchos órdenes, no solo en lo biológico, sino también en otros aspectos, deberíamos estar viendo cómo podemos desarrollar nuevos productos, nosotros hemos trabajado con ellos. Hoy puede ser muy útil para que podamos tener un mayor aprovechamiento, hasta nos puede ayudar a minimizar el descarte y dar mayor valor agregado.
RP: ¿Se puede agregar valor o se agrega costo como dicen?
TS: Y, la verdad que hablamos de valor agregado y ponemos costo.
RP: Sin embargo, ustedes han invertido muchísimo para elaborar productos con gran valor agregado.
TS: Sí, pero no lo puedo exportar. Por muchos productos pagamos derechos de exportación y estos productos cuando llegan al país de destino también pagan aranceles, los productos que hacemos nosotros entre un 16 y un 18 por ciento, yo vendo un producto de consumo masivo que tiene que ser muy competitivo. Son productos que valen entre 1.900 y 2.100 dólares, cuando le cargamos el arancel, tenemos más de 300 dólares arriba y nos sacan del mercado. En el Mercosur nuestros productos terminados también pagan arancel.
RP: Parece que falta un trabajo de los funcionarios de Comercio Exterior.
TS: Ahí tiene que trabajar mucho la Cancillería porque el comercio exterior depende de Cancillería. Hace como quince años mandábamos filet de merluza a México y de buenas a primera, 24 por ciento de arancel, quedamos afuera. Ese es un mercado que está vivo, es otro Brasil. Cuando se terminaba el arancel preferencial de la Unión Europea, se hizo una gestión desde acá y el que trabajó mucho fue Amador Suárez de Arbumasa, hizo gestiones para que nos reuniéramos en Bruselas y se extendió por dos años. Esos dos años eran el colchón para que Argentina trabajara en una negociación que nos permitiera mantenerlos, pero no se hizo nada y quedamos afuera otra vez. Nosotros podemos hacer las gestiones, pero si no tenemos el apoyo de la alta política no podemos hacer nada. Al final termina siendo costo agregado y el problema más serio lo tenemos en los impuestos. Solimeno Mare de tasa de seguridad e higiene paga 800 mil pesos por mes… Luego están las cargas sociales, impuesto a las ganancias, el de bienes personales… Para las empresas que están saneadas, que no deben nada a nadie, el impuesto es cada vez mayor.
RP: ¿Qué cambios se produjeron en el aspecto social de la pesca en estos cincuenta y ocho años desde que comenzó?
TS: Tenemos dos mundos, en nuestro caso tenemos a toda la gente en relación de dependencia, y hay muchas empresas que están como nosotros. Después tenés la otra partida, las cooperativas, eso merece un análisis porque si hay trabajadores que no están en blanco es un problema que está asociado con el circuito de la venta de pescado en “B” (N. de la R.: en negro).
RP: Las cooperativas generaron un quiebre, si bien la relación empleado-empleador en Argentina hace tiempo que no es buena, la brecha se amplió mucho debido a los abusos que se generaron.
TS: Sin lugar a dudas es así. El sistema no es malo si se aplica bien, nosotros teníamos cinco cooperativas, pero pasamos todos a relación de dependencia porque no podían funcionar bien como estaban planteadas y registramos a 280 trabajadores. Pero es necesario aclarar algo, los sindicatos también tienen que empezar a aggiornarse. Las empresas patagónicas trabajan con trabajadores eventuales por temporada y nosotros acá no lo podemos hacer, desde lo legal se supone que sí pero ya sabemos que terminaremos en un juicio laboral a futuro, entonces quedamos estancados. En tierra tenemos picos de producción, si tenemos un plantel fijo de 100 personas, para lograr un objetivo mayor debo tomar otras 50 personas, no tengo otra opción que tomarlo en relación de dependencia y no puedo prescindir de ese trabajador cuando termino la temporada. Hay que pensar en un sistema de eventuales para cubrir picos de producción, como se puede dar con el reproceso de calamar, o langostino, porque de lo contrario uno termina vendiendo el pescado sin procesar. Tengo el barco, tengo las instalaciones y tengo el cliente, pero no lo puedo procesar. Habría que buscarle la vuelta, habría que hacer como en la conserva. A la gente hay que darle el trabajo, hay que buscar un sistema y se tiene que terminar con el abuso del “capanga”.
RP: ¿Qué representan estas plantas dirigidas por “capangas” para las empresas como la suya?
TS: Ese es el que termina ayudando al mercado a bajar el precio del producto. En Mar del Plata hay una cultura sindical que debe cambiar, se podrían hacer más cosas si fueran más flexibles.
RP: ¿En esta falta de flexibilidad del sindicato el resultado es que se va perdiendo el oficio?
TS: Lógico, antes en todas las plantas teníamos cuatro o cinco aprendices, yo hoy no tengo aprendices. Si pruebo durante dos meses y le digo esto no es para vos, lo tengo que indemnizar como al mejor, aunque la ley diga 90 días, viene la patota y te dice si lo echás, pagá. El gremio mismo te viene a reclamar y así no hay gente que aprenda, antes todos teníamos aprendices en la planta, el mismo filetero venía con su hijo que quería encarrilar o con el hermano y nos pedía que lo dejemos trabajar a su lado para que aprendiera. Así fue aprendiendo la gente y uno ve cómo trabaja y quizás no es un buen filetero, pero sí un buen peón, o si lo ves más avispado lo ponés a cargo de supervisar la línea, por qué no podemos elegir supervisores… Las leyes laborales se han hecho tan rígidas que impiden el crecimiento del empleo.
RP: ¿Qué rol juegan los planes sociales en la ausencia de jóvenes queriendo aprender el oficio?
TS: Empujan a que no busquen trabajo. Yo tengo fileteros de más de veinticinco años, uno de ellos el padre era filetero, Pablo Armoa, Pablito. Nosotros tenemos el filetero del millón de kilos, el sobrino de Alberto Valastro, habría que darle un premio… Acá encontraron estabilidad, nosotros tenemos trabajo todos los días, siempre hacemos algo, es raro que perdamos días. Hay otra realidad, yo tomo veinte eventuales y quizás te quedás con dos o tres como efectivos, luego con otros y vas formando un plantel, te permite seleccionar personal. En esta planta teníamos un dream team, hoy es más difícil lograrlo.
RP: ¿Qué fue lo que sucedió?
TS: La gente ha cambiado y lo que veo también, y sobre todo en los embarcados, no existe ese afán de navegar todo el año y lo entiendo, pero si esa gente hace un esfuerzo, porque los salarios no son malos, en cuatro o cinco años se hacen la casa. Tengo varias historias, mi papá en el San Antonino, todos estaban a la parte, todos los marineros se hicieron la casa, la hicieron trabajando. Esa cultura se heredó de los italianos y poco a poco se fue perdiendo.
TS: ¿Tiene mujeres en los barcos de la empresa?
RP: Nosotros hicimos la experiencia hace quince años en el Ponte de Rande, embarcamos seis. Hoy tenemos tres o cuatro enfermeras. Como maquinista en el Navegantes tuvimos una mujer que venía de la Escuela Naval y hacía los relevos del jefe de máquinas. Susana Benitez trabajó con nosotros en el Pacú, era muy trabajadora y en el Arrufo estuvo seis meses como marinera, muy guapa. En el Navegantes III también tuvimos una oficial de pesca durante una temporada entera.
RP: ¿Se genera un cambio positivo dentro del barco?
TS: Cuando hicimos la experiencia todo funcionaba de forma más prolija, el problema es si estamos educados para ese cambio. Es la nueva sociedad que viene. Yo lo tengo claro, en el barco nuevo ya pedí que tenga comodidades para incluir mujeres en la tripulación.
RP: ¿Hay que comenzar a pensar en la renovación de flota con esa perspectiva?
TS: Seguro, nosotros tenemos camarotes de máximo cuatro personas de nueve metros cuadrados cada uno, en los barcos nuevos ya se puede pensar de otra forma incluso, la gente tiene que vivir bien. Tienen que tener un buen comedor, tienen que tener un lugar alegre. Nosotros hicimos a nuevo el Pacú, el Arrufo y el Borrasca, el Ponte y el Navegante y el año que viene haremos el Luca Mario.
RP: ¿La pesca migrará hacia el sur, tiene un futuro pesquero Mar del Plata?
TS: Cada vez estamos más lejos del caladero. Hoy un barco marisquero de Madryn está a 18 horas y de Mar del Plata a 55, un día más de navegación. Pero la Patagonia es complicada, nosotros estuvimos allá en los 80, en los 90 y en los 2000, cada vez que vamos nos volvemos, nunca nos fue bien por distintas razones. A Santa Cruz fuimos en un mal momento, cuando incendiaron las plantas pesqueras… Pero además Argentina no está bien comunicada, para poder ir todas las semanas tenés que armar un Dakar, de acá a Buenos Aires, de ahí a Comodoro Rivadavia y luego tomar un auto… No hay vuelos, en Mar del Plata estamos aislados. Habría que instalarse completamente allá, yo no tengo tiempo de ir, si fuera más joven me animaría. Si recién comenzara o estuviera a mitad de camino sin lugar a dudas me iría para allá, tenés que estar ahí por varias razones, la principal, la cercanía del caladero, los recursos del norte han migrado todos. La anchoíta de Cabo Corrientes de las lanchas, ¿quién la sacó? Nadie, se fue, eran cuatro barquitos que iban a buscarla; después fue Necochea donde hicieron saladeros; después en el Rincón; después fue al frente del San Matías. Y la anchoíta, hoy, ¿dónde está?, en Rawson. ¿Y la caballa? Encontramos caballa en el grado 47 en la primera marea del año. Una empresa como la nuestra va a tener que tener presencia en la Patagonia, no sé si tan grande como acá, dependerá de lo que queramos hacer, si es una estructura mixta habrá que hacer frigorífico o quizás un espacio para la dinámica de los congeladores… Estas son cosas para pensar; estoy cerca del caladero, pero también tengo paradas biológicas, navego un día más y estoy en casa. Y acá tenés otra ventaja, el servicio para la exportación, en este momento en el sur la tenés complicada.
RP: ¿Le falta desarrollo?
TS: La masa crítica será que haya más barcos de contenedores. Hoy las exportaciones, si lo medimos en divisas, el 50 por ciento es de la Patagonia, pero en volumen sigue siendo Mar del Plata el principal. Otro problema es la falta de infraestructura para reparar los barcos. En Madryn, descargá y andate, así es. ¿En Puerto Madryn puedo pintar el barco? Todos terminan acá porque Mar del Plata terminó siendo un cluster pesquero, industrial, naval. Cuando el barco tiene un problema, lo primero que pido es que venga para acá y si no es nada no me importa, lo tengo en mi casa, en el sur, dónde dejo mi barco. En la Patagonia para mí no está la infraestructura portuaria de servicios ligada a la actividad y hay muchos barcos… Ahora si mirás algo chiquito… Rawson, primero era el muellecito de madera, pero también se hicieron los astilleros, entonces esa flota fue creciendo acompañada.
RP: El recurso se trasladó y las lanchas quedaron fuera de todo, y están teniendo un final muy triste. Se está perdiendo por un lado la postal de Mar del Plata, pero también se está perdiendo una cultura de la pesca. ¿No es penoso que se estén yendo en complementos de bodega?
TS: Sí, pasó eso. La mitad de las lanchitas amarillas deben estar en Rawson y la otra mitad en el espigón 10. Mucho de la historia de Rawson, eran las embarcaciones de Mar del Plata y algunas de Necochea.
RP: ¿Si se les hubiera dado la posibilidad de mantener el permiso provincial hubieran seguido existiendo?
TS: ¿De Buenos Aires? ¿Y qué pescás en las 12 millas? La corvina, la pescadilla… En todas partes del mundo esta flota está, las lanchas están, en Vigo está el que trae la caballa, la sardina… pero cómo son los barquitos… habría que haber estudiado como dar ese saltito con la lancha… Yo siempre dije que el relevo de la lancha era el barquito de 20 metros, porque no se puede seguir debajo de la proa de la lancha, no tenés un baño… Esa lanchita tendría que haberse trasformado y estudiar un modelo de barco, como hicieron con el Padre Pío que la gente vive bien, está bajo cubierta. Porque la lanchita sale a la mañana y vuelve a la tarde, pero yo no quiero ir a la lancha, o va un muchacho o un changuista y se tiene que usar un sistema que respete la parte porque si no empiezan los vicios. Ahora se podrían salvar veinte lanchas, el resto están tiradas. Yo empecé a ir al puerto en 1958, había doscienta lanchas …
RP: ¿Que se perdió, además de las lanchas?
TS: Se pierde el arte, el arte del pescador. La mayoría de los mejores capitanes vinieron de ahí porque tienen el arte de pescar. La competencia, esas ganas de llegar antes se perdió; y la dispersión. El máximo alejamiento del barrio puerto era Cerrito, Juan B. Justo y de Vértiz para el sur era campo, esa barriada el sábado y el domingo iba a la cancha de Ministerio y ahí estaba el pescador, el estibador… era la colonia y se hablaba de dónde se iba a ir a pescar mañana, que la red no estaba funcionando bien… Nosotros nos criamos en Magallanes frente al Club Talleres, veinte días antes de la temporada de anchoíta, sacaban la red a la vereda y la arreglaban en la vereda, todo cambió.
Yo de chico viví ese mundo de la gente que hacía, yo era chiquito y mi papá, el hermano, los paisanos hablaban de donde convenía ir a pescar, de la lancha de uno, del otro, que una era mejor que la otra. Yo de chiquito era medio travieso, no había un día en el que no cobraba y los sábados mi mamá le decía ¡llevátelo a este! Y mi papá me llevaba a limpiar los motores con un pincelito, era más lo que me ensuciaba que lo que limpiaba, pero después me decía, arrancá el motor y yo sentía que estaba arrancando el Apolo 29 y ¡cada tanto me dejaba agarrar el timón! Criarme así, escuchando esas conversaciones, ver esa competencia… Cuando empecé a ir a la banquina había cuarenta, cincuenta compradores de pescado, sabés lo que era, y la picardía que tenían.
RP: ¿Está conforme con el camino recorrido?
TS: El modelo pesquero y exportador que tenemos como empresa creo que es bueno, estamos posicionados en los principales recursos, llegamos a más de cuarenta países. Las cosas van cambiando y hay que ir adecuándose a los tiempos. Hace cuarenta y nueve años que pago cuotas de barcos y ahora que no tenemos más cuotas vamos a hacer un barco nuevo. Todo lo hemos reinvertido, el trabajo te lleva a hacer, hacer, hacer. La pesca nació acá, nosotros nacimos acá y sabemos que el presente de la pesca, desde el ángulo de los recursos está migrando, pero podemos tener barcos más grandes. Nosotros estamos armados acá, tenemos una planta industrial a la que hay que darle de comer. La mayoría de las empresas son netamente exportadoras o de mercado interno, nosotros somos ochenta y veinte. La empresa puede seguir creciendo, lo que no tengo es tiempo, el tiempo se agota, tengo setenta y cuatro años, ganas tengo… Este es un país rico, si uno tiene voluntad todo lo que tocas acá, lo podés convertir en oro, pero tenés que tener la voluntad. Nosotros hemos hecho cosas en construcción y vivimos ese mundillo de los constructores y si nos hubiéramos dedicado a la construcción seríamos como los mejores.
RP: ¿Considera que no hay reconocimiento del aporte empresario en la pesca?
TS: La Argentina es así, el hacedor, el emprendedor es uno más del montón o es señalado, si mirás eso no hacés. Yo acá tengo un intendente que nunca pregunta si puede ver mi planta, si necesito algo. ¿Y la provincia? Soñar con un proyecto estudiado por el país es imposible, olvidate. Hay mucha gente como nosotros, pero lo que tienen es bajo perfil, hay mucha gente. Esta nueva sociedad que tenemos, me da la sensación que está limando las ilusiones a los jóvenes, porque si mañana se quieren poner una pizzería no tienen ningún incentivo. Andá, poné el local y que te vaya bien, y para comprar el horno arreglate… Así no vamos a crecer nunca.
RP: Ustedes son una empresa familiar. ¿Tiene continuidad?
TS: Eso no lo sé.
Fuente: Revista Puerto