Murió «El Pollo» Farré, sinónimo de fotoperiodismo

Fue testigo y retratista privilegiado -y necesario- de la electrizante historia contemporánea argentina, durante décadas, uno de los bastiones del área de fotografía de la agencia Télam.


Testigo y retratista privilegiado y necesario de la electrizante historia contemporánea argentina, murió en Buenos Aires el reportero gráfico Eduardo «El Pollo» Farré, durante décadas uno de los bastiones del área de fotografía de la agencia Télam.

Inteligente domador de palabras, silencios y miradas, sin cámara pero más aún con ella, «El Pollo» integró la excelsa generación de fotógrafos que debió quemar casi sin escalas etapas de avances tecnológicos imprevisibles hace apenas medio siglo.

Farré fue de aquellos que se lanzaron a la pileta del fotoperiodismo con el sistema analógico, rollos blanco y negro, cuartos oscuros, bateas con líquidos reveladores y fijadores, transmisiones de imágenes a través de ruidosos rodillos conectados a líneas telefónicas, para luego sumergirse en la novedad del color y, casi sin respiro, hundirse en las computadoras, los puertos USB, el pendrive, el chip, las cámaras digitales, el celular, el whatsapp y otras «modernidades» del mundo digital.

Sobresalió su cobertura de la Guerra de Malvinas, en 1982.

Toda una proeza para una camada de hombres y mujeres que, a pesar de los avances que pusieron en sus manos unos virtuales robots que permiten disparar a repetición indiscriminadamente, nunca dejaron de priorizar su «ojo clínico» y el saber «de la calle», eso que no se aprende en ninguna academia y que ninguna tecnología permite conseguir.

Así, lejos de estos tiempos modernos, «El Pollo» tuvo uno de los vértices de su carrera en la Guerra de Malvinas, en 1982, cuando fue uno de los fotógrafos enviados de la agencia Télam a las islas, junto con Román Von Eckstein y Eduardo Navone.

Allí, en medio del frío y el viento que congelaban cuerpos y vidas, supo también congelar imágenes que no pudieron huir a la garra impiadosa de los dictadores que solo pretendían mostrar un lado supuestamente brillante de una guerra que a priori consideraban perdida.

Uno de los periodistas de Télam enviados a Malvinas entonces, Diego Pérez Andrade, contó con delicada pluma detalles del regreso, tras la consumación de la derrota, y en varios tramos menciona a «El Pollo».

Farré público fotos en prestigiosas revistas de todo el mundo.

Por ejemplo, cuando relata momentos vividos en el rompehielos Irízar: «Nos juntamos a proa a divisar con binoculares el gentío que se apiñaba sobre la costa de la ciudad. Son más de 50.000 personas, fantaseábamos con Carlos García Malod, quien como yo había sido cronista en la corresponsalía de Télam en Puerto Argentino. Eduardo Farré, nuestro fotógrafo, trabajaba ensimismado con un teleobjetivo grande como un termo y no nos daba bola (…)».

«Pasado el mediodía nos juntamos para almorzar en el comedor del buque y García Malod se preguntó si debíamos ocultar los cassettes con entrevistas que habíamos hecho durante los 74 días que pasamos en las Islas. ‘Y también los rollos de fotos, tengo como 60 y sería una cagada que nos los afanaran'», terció el Pollo Farré», continuó su relato Pérez Andrade.

Es que, decía, «el gobierno militar interceptaba y se incautaba de todo material periodístico que habíamos intentado introducir clandestinamente en el continente. Generalmente eran rollos de fotos, o en el caso de ATC cassettes de video (…)».

Supo congelar imágenes que no pudieron huir a la garra impiadosa de los dictadores.
Y agregó un dato quizás inédito hasta ese momento: «Lo curioso fue que muchas de esas fotografías, que nunca se publicaron en nuestro país, las vimos luego en las páginas de los principales semanarios del mundo: Stern, Newsweek, Time, Cambio 16, Paris Match y otros por el estilo. Farré calcula que con ese material, cuya obtención casi le costó la vida en muchos casos, los militares argentinos que lo comercializaron deben haberse forrado en dólares».

Pero «El Pollo», en esa y tantas otras ocasiones, como decía Pérez Andrade, se jugó por su trabajo.

El fotoperiodismo, con sus guardias interminables, con lluvia, con sol, con la marca indeleble de la camaradería, con muchos momentos de éxito y alegría, pero también con frustraciones y tristezas, fue su vida y así la transitó hasta que ahora se fue con la salud minada.

Recortada en el paisaje la figura de los soldados que se jugaron la vida en las Islas.

Pero seguramente «El Pollo», ya en otra dimensión, no está dispuesto a descansar en paz, porque, reportero gráfico de ley, seguirá buscando eternamente su mejor foto.

Fuente: Telam

Juan

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