Casi todos los días se registran muertes o lesiones graves en el tránsito de jóvenes que circulan en motocicletas, especialmente, pero también en bicis, automóviles o a pie. Sin embargo, así como actúan riesgosamente ante la pandemia del coronavirus, sin siquiera tener conciencia de que pueden ser portadores asintomáticos y contagiar a sus mayores, lo hacen en la vía pública asumiendo riesgos con terribles consecuencias. No usan casco en la moto, ni cinturón de seguridad en el auto, circulan a excesiva velocidad, no respetan las señales de tránsito, se mueven alcoholizados, y distraídos por mencionar algunos de sus comportamientos de riesgo. Y lo pagan con su salud o su vida. Tomar conciencia de los límites y la fragilidad es un desafío para quienes, inexpertos e inmaduros, están ansiosos por vivir experiencias nuevas, en compañía de su grupo de amigos, fuente de identidad y de diversión, desplegando sus habilidades y capacidades y superando sus miedos e inseguridades, en el camino hacia la autonomía y la adultez. (Para saber más: “Los jóvenes, vulnerables en el tránsito). Todo esto está muy bueno, pero morir en el intento o poner en riesgo a otros no lo es. Resulta importante saber que el tránsito mata a los jóvenes más que el COVID, pero que en ambas pandemias, cuidarse es el único camino para su propio bien y el bien de las personas a las que aman. Los adultos pueden y deben protegerlos y educarlos para el cuidado de la vida. |